La casa de los espíritus - ABACOenRed
en una de esas largas pausas del sermón que el cura, conocedor del efecto de un silencio incómodo, empleaba con frecuencia. Sus ojos ardientes aprovechaban esos momentos para recorrer a los feligreses uno por uno. Nívea soltó la mano de su hija Clara y buscó un pañuelo en su manga para secarse una gota que le resbalaba por el cuello.